UNA SOCIEDAD AVANZADA NO NECESITA ESCOGER QUIÉN VIVE Y QUIEN MUERE
UNA SOCIEDAD AVANZADA NO
NECESITA ESCOGER QUIÉN VIVE Y QUIEN MUERE
A Juanjo in memoriam.
Hablar de Juanjo es
hablar de miles de personas que están en su misma situación, de
odiseas personales y luchas familiares titánicas para que su
familiar sea atendido con dignidad y eficacia.
Esta pandemia que estamos
soportando ha dejado al descubierto las graves carencias que sufrimos
en España en cuanto a residencias de personas mayores, dependientes
y grandes discapacitados.
Os cuento esta historia a
la que pongo nombre y cara para que conozcáis a Juanjo Castell
Marquez, mientras su hermana me habla de él con la emoción
contenida cuando recuerda a su hermano fallecido el 8 de Abril de
2020.
Juan José sufre un
accidente de coche a la edad de 15 años del que queda en coma
durante 7 meses, tras despertad del coma se le diagnostica
traumatismo cranoencefálico junto con tetraparesia espástica de
predominio derecho y se le reconoce una discapacidad del 85%. Inicia
entonces un periodo de rehabilitación donde se van apreciando
mejoras e incluso es intervenido en varias ocasiones con resultados
satisfactorios, estamos hablando de un Juanjo que ya ha cumplido 20
años.
Se le deriva a un centro
de Día mientras permanece bajo la tutela de sus padres. Cuando uno
lee estos datos tiende a comprender que todo ha funcionado adoptando
protocolos y ofreciendo al discapacitado aquellos recursos con los
que cuentas las distintas administraciones.
Pero la realidad se
empieza a imponer y el paciente no es tratado con arreglo a su gran
discapacidad, me refiero a un tratamiento integral en el que sus
padres y hermanos constituyan una parte importante de su
rehabilitación.
Sería largo de contar el
periplo que se inicia de centro en centro, donde por supuesto no se
estudia el caso de Juanjo en profundidad y por tanto comienza un
deterioro y posterior depresión que lo lleva hasta el intento de
suicidio al verse cada vez más imposibilitado para comunicarse con
su familia como, aunque con dificultad, hacia al principio.
Podéis imaginaros la
desesperación de esta familia, impotente ante una situación que no
pueden controlar. Viendo como su hijo y hermano se hunde cada día
más en un pozo de tristeza y desesperación, llegando incluso a
agredir al personal del centro siendo denunciado por ellos y a la vez
ser agredido por otro interno, mientras contrae sarna en uno de los
centros y es la familia la que tiene que llevarlo al hospital
llegando a infectarse varios miembros de la familia.
Quedaos con esto e
imaginad si fuera un familiar vuestro como la impotencia iría
creciendo hasta degenerar en rabia y desesperación.
Si esta pandemia ha
servido para algo es para demostrarnos las grandes carencias humanas
y de todo tipo que tiene nuestra Sanidad, según dicen algunos, la
mejor del mundo. ¿Por qué no se invierte en residencias asistidas
para estos grandes discapacitados, donde todo el personal se haya
formado y cuya experiencia sea demostrada?
Porque son los grandes
olvidados juntos con ancianos sin recursos, en muchas ocasiones
estorban, son agresivos y el personal no sabe como tratarlos, por no
hablar de como hemos comprobado la carencia del material necesario
ante un virus que se ha llevado por delante a miles de personas.
Estamos hartos de ver
como nuestros políticos prometen y prometen y cuando se acomodan en
sus bonitos despachos se aíslan de los grandes problemas como el de
Juanjo y se van pasando unos a otros la pelota, porque es incómoda y
saben que no están haciendo bien su trabajo.
Desde mi punto de vista
de trabajadora social faltan medios y los que hay escasos se
convierten en garajes para ir aparcando a personas que necesitan
cuidados especiales casi las 24 horas del día como fue el caso de
Juanjo, un hombre que sentía, amaba, quería una vida mejor y sin
tratamiento psicológico se fue desesperando, dándose cuenta de que
su familia ya no podía hacer más de lo que hacían quererlo y
cuidarlo hasta su último aliento.
Las personas somos todas
valiosas, pero de un tiempo a esta parte nos estamos deshumanizando,
pensamos que hay parte de la población que ya no aporta nada y sin
embargo molesta, genera un gasto que no queremos asumir. Por
desgracia, en estos duros momentos, se nos abren muchos interrogantes
¿se ha dejado morir a enfermos terminales por el mero hecho de tener
que decidir quién vivía y quién no? ¿Asistimos a una eutanasia
jaleada por políticos sin alma?
Ahora os voy a contar los
últimos días de Juanjo que nos generan muchas dudas y que sin una
autopsia pasará a formar parte de los fallecidos por Covid-19, salvo
que la familia inicie una denuncia con un proceso largo y costoso
donde las responsabilidades se diluyen sin llegar al responsable
único de un protocolo cuanto menos de dudable humanidad.
La familia recibe en
Marzo una notificación donde se les notifica que Juanjo va a ser
expulsado de la residencia privada donde está por no guardar las
normas básicas de convivencia, ante esta situación de nuevo la
familia se pone en marcha e interponen un recurso de alzada que queda
en el aire al decretarse el día 14 de Marzo el Estado de Alarma y
por consiguiente la paralización de cualquier acción.
Mientras permanece en el
centro los familiares llaman todos los días notando un paulatino
agravamiento y falta de interés con la consiguiente preocupación
al no poder verlo ni visitarlo.
Pasan los días y Juanjo
es ingresado de urgencia por una supuesta aspiración, cuando uno de
sus hermanos va a visitarlo es informado de que se trata de una
infección pulmonar grave, a Juanjo se le hacen dos test que dan
negativo para coronavirus a la vez que se informa a los familiares de
que no es paciente para la uci. No obstante tras su fallecimiento la
familia es informada de que Juanjo dio positivo en Covid-19.
A partir de aquí
entramos en el terreno de las suposiciones, puesto que como he
comentado antes no hay autopsia. ¿Si Juanjo hubiera sido un hombre
sano de 39 años se le hubiera aplicado otro protocolo? ¿La falta de
recursos y la brutalidad de esta pandemia se ha llevado por delante
vidas que podían haberse salvado? Todo esto se verá en los
tribunales y serán los jueces los que tengan la última palabra.
Muchos de los que estén
ahora leyendo este artículo pensarán que la historia les queda
lejos, pero no es cierto, todos podemos ser Juanjo en determinado
momento de nuestra vida y nos merecemos el trato más humano posible.
Ojala evolucionemos hacia
sociedades más civilizadas y por tanto, más humanizadas, Juanjo ya
no llegará a beneficiarse, pero al menos, que su recuerdo nos haga a
todos recapacitar.
Mi sincero agradecimiento
a Debora que me contó esta lucha de vida y de Amor y que quiere que
la vida de su hermano sea recordada para que las cosas cambien.
Que los recursos sean
para darnos dignidad, no solo mientras vivimos sino también cuando
la muerte ya es inminente.
Y que estemos preparados
para no convertirnos en Dioses decidiendo sobre la vida y la muerte
nunca más.
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