La verdad silenciada y encarcelada.
Cuando falleció Franco,
yo tenía dieciséis años y no había notado su dictadura, quizás
porque para cuando quise darme cuenta, ésta ya se había suavizado,
al menos en prohibiciones.
Lo explico porque el
rumbo que están tomando las cosas en España, nos hace pensar, que
llegan tiempos duros, sobre todo, para nosotras las mujeres. Aquella
Sección Femenina con sus marujas censoras, llega de nuevo para
instalarse, esta vez, dirigida por la izquierda.
Gente de mente
calenturienta y casposa, difíciles de ver en general, ustedes ya me
entienden. Por lo visto, saben lo que nos conviene a las mujeres, que
según esta gentuza somos tontas de baba, no nos enteramos de nada y
necesitamos protección las veinticuatro horas del día.
No se puede ser azafata
de nada y dentro de poco ni modelo, ni dependienta, ni lo que a
estas descerebradas se les ocurra, eso sí, si vamos con burka y nos
dejamos maltratar miel sobre hojuelas. Es tal el destarifo que la cosa
ya se ha salido de madre y mujeres intelectuales como Deneuve han
tenido que hacer un comunicado defendiéndose de esta nueva locura.
Una piensa en su madre y
en su abuela, mujeres fuertes que se tragaron sin rechistar una
guerra y una posguerra y sabe, que lo que hay ahora es puro teatro,
hablando en plata ganas de jorobar, mandar y manipular y cobrar suculentas subvenciones que pagamos todos.
Por eso, se han
encontrado con millones de personas, hombres y mujeres que nos
choteamos de estos nuevos censores de pacotilla, nos reímos de ello,
con la preocupación de que un día vengan a por nosotros y nos
crujan vivos, si la sociedad acaba por idiotizarse del todo. Seremos
la resistencia a un mundo hostil, plagado de acomplejados con poder y
eso, al menos, a mí me preocupa.
Por no hablar del partido
socialista, capitaneado por otro sujeto, al que no se le reconocen
grandes méritos, salvo vivir de la política. A este ser supremo y
sus secuaces, se les ha ocurrido silenciar nuestra guerra civil, o
darle la vuelta, para que nadie sepa lo que pasó. Pues llegan pelín
tarde, mientras se les ve el plumero revanchista y totalitario.
Veamos, como ya soy mayor
y estoy curtida en mil batallas, he corrido delante de los grises y
he conseguido, al menos en mi Falla, el voto para las mujeres, les
digo alto y claro, que conmigo no cuenten, que si he de acabar en
Siberia, pues al menos que me dejen llevar el gorro y el acolchado y
que les vayan dando, que no voy a dejarme amedrentar, no lo he hecho
nunca, no voy a empezar ahora, que hablaré de lo que me venga en
gana y como considere oportuno, les guste o no.
No han muerto millones de
mujeres en todo el mundo, luchando por la libertad, para que ahora
lleguen cuatro mamarrachas mermadas a decirnos a las mujeres, a las
de verdad, como vivir, mejor harían en pagarse un psiquiatra, para
que les tratara los traumas, o comprarse un cerebro en los chinos,
porque lo que es a una no van a cambiarla ni un milímetro de forma
de pensar y obrar.
Y si vienen a por
nosotras, como mujeres libres y guerreras, nos defenderemos, libertad
o muerte, ésa es la cuestión.
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