LA DONCELLA Y EL LOBO
LA DONCELLA Y EL LOBO
Hoy hay un baile en la aldea, los muchachos y muchachas aprovechan este largo periodo de paz para divertirse, para bailar, cantar, reír. Están en la plaza y juegan, pero algo apartada de los demás hay una muchacha esbelta, lleva el pelo corto, parece un chiquillo y dirige su mirada inquieta hacia el bosque, se le acerca otro muchacho y la invita a bailar, está enamorado de ella, pero, a veces, la siente muy lejana, la muchacha declina la invitación con una suave sonrisa que ilumina su bello rostro, sabe lo que él siente y no quiere hacerle daño, porque ha sido su compañero de juegos, su amigo y le quiere.
Despacio, se da la vuelta y se adentra en el bosque, ha llegado al sitio donde un día abandonó sus armas, allí están apoyadas sobre la fría piedra. Se sujeta la escasa túnica que cubre su cuerpo con un broche de madreselva y se ajusta su cinturón de pétalos de rosa.
No coge la espada, ni el escudo, ni siquiera el arco, escoge unas sencillas zapatillas rojas de baile, como sus labios, y se las calza. Sale al claro del bosque, su figura bañada por la luna es inconfundible, sabe que allí sola, está indefensa. El lobo ha seguido todos sus movimientos, lleva meses a su lado, siguiéndola sin que ella lo vea, aunque lo presiente. La contempla allí erguida, expectante y la admira, admira su valor, pero es una bestia salvaje y durante años de soledad se ha vuelto más sanguinario y conoce la leyenda.
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