¿TODO O NADA?

Somos totalmente insignificantes, pero nos creemos dioses, dioses de barro que un día lo tienen todo y al siguiente su familia los llora y se queda con TODO.

El ser humano es complejo en su variedad, de hecho no hay dos seres humanos iguales, ni siquiera los gemelos lo son. Comprendemos muy pronto que debemos saciar nuestras necesidades ¿pero cuales son estas, las perentorias, comer, un abrigo para la noche, ropa, calzado? y una vez satisfechas queremos más, en los países desarrollados, con suerte acapararemos a lo largo de  nuestra vida una serie de bienes materiales, unos tenderán a acaparar más y otros se conformarán con muy poco, en el primer caso puede que nos encontremos con sujetos avariciosos que tratan de tapar carencias afectivas o tal vez el tener todos los caprichos les de sensación de poder, a saber, en nuestra complejidad los mecanismos que nos mueven suelen resultar extraños y poco conocidos.

Todo esto viene a cuento debido a que observo a determinadas personas amontonando riquezas, en muchos casos no les llega la vida para disfrutarlas, pero da igual, el caso es ser el más rico del cementerio, aunque tus herederos que son mucho más díscolos que tú, se lo pulan en un visto y no visto.

Vivimos en un mundo desquiciado, donde millones y millones de seres humanos pasan sed y hambre por problemas que podrían solucionarse con tan solo un poco de voluntad.

¿Pero a quién le interesan los niños desnutridos, las madres en el suelo agotadas, desesperadas por ver como se les mueren los hijos en los brazos, enfermos por el suelo, sin que nadie los consuele,?hemos cerrado nuestro corazón con llaves trasformadas en coches caros, casas preciosas y cuentas suculentas en el banco y esto que hasta ahora nos mantiene tranquilos en nuestros hogares, cualquier día así sin avisar nos pasará factura y muy cara por cierto.

Bajo mi punto de vista de nuevo adoramos al becerro de oro, a lo que no nos da la tan ansiada felicidad y tranquilidad para el alma.

Debemos de nuevo, volver los ojos hacia la Humanidad en mayúsculas, aquella que nos permite la unión espiritual con nuestros orígenes, con la naturaleza que nos envuelve y protege, solo así equilibraremos otra vez este mundo que rueda hacia abajo y sin frenos.

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