Cain y Abel, entre naranjos.










Que difícil escribir, cuando la vergüenza, recorre tus dedos, como ríos de pólvora, en estos momentos.

Los valencianos, tenemos lo que nos merecemos y no hay más y lo escribo, desde la infinita tristeza, de ver las riñas y lanzamientos de cuchillos, que sangran sin cesar al “valencianismo”.

Mal si alguien hace algo y peor, si no lo hace, esto, nos convierte en aldeanos, peleando, por unas lindes, mal colocadas, que si tú, que si yo. Fomentado o no, por el enemigo, que nos conoce, como si nos hubiera parido, el valenciano, no es capaz de aunar fuerzas, de remar todos a una, frente a varios enemigos, que todos conocemos de sobra.

Jamás, nos pondremos de acuerdo, pelearemos como Cain y Abel, hasta la muerte, para una vez, haber vencido, ser asesinados, por nuestros enemigos, sin piedad.

Madrid, Barcelona, o viceversa ¿qué más da, si el enemigo lo tenemos en casa? Si nos atacamos a dentelladas salvajes, por un mal entendido “bien común”. Esos egos hinchados, que no caben por la puerta, las mochilas, cargadas de fracasos anteriores, los árboles prepotentes, que no nos dejan ver, ningún bosque, hacen que caigamos, una y otra vez, en el mismo error, actuar, siempre, de la misma, manera, para, agotados, obtener los mismos resultados, nada de nada.

Y el pueblo, los ciudadanos, que no entienden de rencillas, están hartos, de nuestras salidas de tono, en definitiva, de nuestro infantilismo, tonto e inútil.

Mientras, las hordas bárbaras del norte, han tomado el Reino al asalto, porque la puerta del castillo, está abierta y sus gentes, a la zarpa la greña, que ya ni saben, que los están invadiendo. Y los señores de la meseta, complacidos, con el espectáculo, callan y asienten.

Sí, siento vergüenza del valencianismo, que estamos creando, entre todos, separado, disgregador, envidioso y soberbio. No somos capaces, de defender lo nuestro, de dedicar dinero, a revertir tanta y tanta mentira. Levantamos los hombros y seguimos adelante, como si nada, fuera con nosotros.

Algunas voces, se alzan, intentando, poner algo de cordura, pero son pronto acalladas, no interesan, caemos en las trampas, que nos ponen, los que sólo quieren medrar, aun a costa, de vender a su madre, por un plato de lentejas y nos rasgamos las vestiduras, cuando, nos arrebatan, lo que tanto costó mantener.

Somos unos insensatos de libro, que deberíamos, estar castigados, cara a la pared, hasta que comprendamos, que solos, no somos nadie y que unidos, lo somos todo.

No sé como acabará esto, ni si seremos capaces de corregir, tanto despropósito, pero si no educamos a las generaciones futuras, en el amor a la Patria Valenciana, acabaremos diluidos, desapareciendo, en aguas, demasiado pantanosas y será nuestro fin.

Hago un llamamiento urgente, a la cordura, a la sensatez, a la generosidad, al entendimiento, entre hermanos, para protegernos de ese invierno, que se avecina frío y despiadado. Valencianos, basta de riñas, somos un gran pueblo, sólo falta, que nos lo creamos, nada más.

Todo depende de nosotros, cuando alguien levante un muro, para defendernos, no vayamos corriendo a derribarlo, porque, no nos gusta el albañil, eso es cainita y suicida.

Seamos capaces, de dejar nuestras diferencias a un lado, para trabajar en aquello que nos une. Empezando por mí, que presido un partido político. Arrimemos el hombro, por una causa común, nuestro futuro y la tierra que tanto amamos.


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