REFUGIADOS


Ser refugiado es un drama personal, significa que algo o alguien ha hecho que abandones tu casa. A partir de ahí con suerte podrás ir a otro país civilizado, entre comillas, en el peor de los casos te quedarás en campamentos construidos a toda prisa para albergar a miles y miles  de personas que huyen de las guerras y de la hambruna que asola sus países.

Vivir en un campo de refugiados no es vivir, es sobrevivir, desear ver la luz del sol un día más aunque este sol sea abrasador y te queme la piel ya muy curtida en dolores y desgracias.

Las mujeres sufren violaciones cuando salen de las tiendas para hacer sus necesidades, otra tragedia añadida a la que ya sufren o ven morir a sus hijos por falta de atención médica.






Los organismos internacionales no saben, o me temo, no quieren arreglar esto, porque ¿cómo saber en qué país volverá a encenderse la mecha? esa mecha que hace que una familia coja sus tres pertenecías e inicie un camino de difícil o imposible retorno.

El hombre, que no ha evolucionado es un salvaje y como tal trata a todo aquel que no le obedece., los señores de la guerra son asesinos sin piedad, piezas defectuosas de una humanidad que languidece al amparo del dinero fácil.

Hemos creado entre todos un mundo cruel, donde a los más débiles se les masacra ante la mirada indiferente de los poderosos.

Seres humanos de primera, segunda e incluso de tercera, moneda de cambio, daños colaterales como eufemismo a guerras que no acaban y se llevan por delante, sueños, esperanzas, deseos de una vida digna.

Como mujer y habitante de este mundo me avergüenzo al ver las atrocidades que se comenten con estas pobres personas y exijo a quienes pueden hacerlo, que destinen todos los medios a su alcance para que puedan vivir dignamente en estos campamentos a la espera, deseada, de poder volver a sus hogares.

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